Se denomina primera infancia al período que va desde el nacimiento hasta los cinco años. Para los padres, ese hijo que llega y les ilumina la vida, pronto se transformará en un diablillo adorable que pretende descubrirlo todo y se volverá un preguntón incansable.

 

El recién nacido sólo puede comunicarse a través del llanto, que será durante algún tiempo su modo de expresión privilegiado. Inicialmente, es difícil decir con seguridad qué es lo que le ocurre al bebé: si algo le duele, si tiene hambre, si tiene sueño o si quiere que lo acunen, le hablen o le canten. Los bebés aprenden muy pronto a reconocer las expresiones de afecto de los adultos y les dan tal importancia que, si faltan… ¡las quejas pueden hacerse sentir!

La llegada a la familia de un hijo diferente es sin duda un experiencia movilizadora. Ese bebé tan anhelado y esperado, a quien los padres dejarán su legado, aquel con el que soñaron y fantasearon no es el que ha llegado o está por llegar. Los padres pueden conocer estas circunstancias más tarde o más temprano, según las posibilidades de detección que se tengan en cada caso. Podemos encontrarnos con papás que se han enterado de la discapacidad de su hijo a pocas semanas de embarazo, lo que les ha permitido, con la orientación profesional adecuada, realizar controles de la gestación más rigurosos para favorecer las posibilidades del bebé y para prepararse afectivamente para recibirlo.

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En su afán por vencer o trascender a la muerte los seres humanos buscan la continuidad a través de sus obras, por ello desean que su vida interior trascienda a través de todo lo que crean.

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