Muchas veces, el encuentro con el hijo le produce al padre una sensación de perplejidad ya que él no ha tenido las experiencias corporales y psicológicas que sí ha experimentado la madre. Por eso, le llevará cierto tiempo y trabajo emocional trasladar a ese bebé todo lo que pensó y fantaseó acerca de él mientras se estaba gestando.

En la actualidad, la mayoría de los hombres desempeña un rol más protagónico
que el de sus propios padres en la crianza de sus hijos, como efecto de las transformaciones sociales. Hay una nueva forma de concebir la identidad masculina. Cambian pañales, bañan a su bebé, le ofrecen el biberón. En este punto, cabe preguntar, ¿existe el “instinto paternal” del mismo modo en que se habla del “instinto maternal”?

Ante todo, el instinto es una tendencia innata que lleva a los miembros de una especie a actuar de determinada manera. No hay elección posible. Cada especie reproduce un patrón fijo. Sin embargo, en el caso de los seres humanos esto no ocurre así. Muchos padres y madres abandonan a sus hijos, no los cuidan o no los educan.Estas circunstancias niegan la existencia de algo del orden del instinto. Se trata de una construcción social.
No obstante, muchos suelen experimentar un “llamado” interior a ser padres –un deseo del que son conscientes y acerca del cual pueden reflexionar– que los lleva a actuar de una manera determinada.

Cada padre puede construir con su hijo una relación personal y ensayar distintos modos de estar con su bebé. Su presencia es vital para que el niño incorpore los elementos necesarios para articular su propia identidad. Y, a pesar de estar menos dotado biológicamente que la mujer en relación a la crianza del bebé, ello no le impide cumplir un rol en el cuidado y la protección. La madre y el padre se complementan y posibilitan mayores efectos en la socialización y desarrollo del niño.

 

Véase Escuela para padres.

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